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Compartir en Facebook Compartir en Twitter Compartir en LinkedINElsa Luisa Maria Schiaparelli nació en 1890 en Roma, en el seno de una familia aristocrática y culta. Era rebelde, tímida y ansiosa, y a veces podía ser muy brusca. Sus recuerdos infantiles, entre ellos la crueldad de su madre al comentar su estatura y su "fealdad", influyeron enormemente en sus creaciones adultas: la rica biblioteca de su padre, las begonias del jardín que darían lugar al famoso rosa shocking y la voluntad de trascender la belleza convencional para concebirla como una forma de expresión y de metamorfosis.
A los 22 años se fue a Londres, y en 1914 , "buscándose a sí misma física y espiritualmente", acudió a una conferencia de un joven teósofo llamado Wilhelm Wendt de Kerlor, discípulo de la espiritualista de moda, madame Blavatsky. Fue un flechazo. Tras veinticuatro horas de conversación platónica, Elsa y Kerlor contrajeron matrimonio civil. La pareja se embarcó en 1916 hacia Chicago, ciudad donde Kerlor comenzaba una gira de conferencias.
En el transatlántico, Elsa congenió con Gabrielle Picabia, mujer del pintor dadaísta Francis Picabia, que iba a convertirse en una gran amiga. En Estados Unidos, la pareja llevaba una vida errante, y Kerlor empezó a dudar de su vocación. Era un marido infiel y provocador, a pesar de vivir de la dote de la enamorada Elsa. El matrimonio iba de mal en peor, y cuando desapareció el dinero también desapareció la poca lealtad de Kerlor hacia su esposa y su recién nacida hija Gogo, con la sonada huida de él con su célebre amante, Isadora Duncan, en 1920.
Schiaparelli vivió un tiempo de bohemia y penurias en Nueva York, trabajando como traductora, administrativa y figurante en películas. Un día, su amiga Gabrielle Picabia la puso en contacto con Marcel Duchamp y Man Ray, y este último le pidió que posara para unas fotos. Se introdujo así en el círculo de los dadaístas, que se movía entre París y Nueva York. Y finalmente, Blanche Hays, otra amiga del grupo, una alegre y rica divorciada, le pidió que la acompañase a París.
Schiap, como empezaron a llamarla sus nuevos amigos, se instaló con su hija en casa de Blanche, y no tardó en acompañarla a las maisons de costura para hacer sus compras.
En una de estas visitas, el gran Paul Poiret le echó el ojo a Schiap; la definió como estilosa, imaginativa y sobre todo audaz, y decidió vestirla gratis para la agitada vida social que empezaba a desarrollar. Arrancaba el año 1925, y ella ya se atrevía a hacer vestidos para sus dos mejores amigas. Tras constatar su éxito, y con cierta seguridad en sí misma, se ofreció como diseñadora independiente a algunas pequeñas casas de alta costura.
Una amiga de Blanche compró una de estas empresas y contrató a Elsa como diseñadora. Duró sólo un año y pico, pero fue un aprendizaje suficiente para la valiente Schiap, quien decidió lanzarse por su cuenta.
En 1927, Elsa Schiaparelli presenta su primera colección, constituida por jerséis, faldas y vestidos de punto tricotado. Las prendas estaban elaboradas con varias madejas que llevan camafeos de punto aplicados e hilos de metal, con motivos geométricos y frecuentes efectos de trampantojo. Es, en definitiva, el easy wear, la moda fácil que cautiva a los estadounidenses.
De la noche a la mañana, Elsa Schiaparelli se convierte en "lo último de París". Su colección se exporta a Norteamérica y el famoso jersey del lazo se copia por miles.
Schiaparelli alcanza la gloria a lo largo de la década de los años treinta. Se la gana a pulso, trabajando día y noche con colaboradores y artistas del más alto nivel técnico y creativo, y con una audacia empresarial inaudita. Su instinto para las relaciones públicas es notorio y controvertido.
Y su reputación de mujer difícil y narcisista no hace más que reforzar el mito que se va construyendo a su alrededor, y que, en cualquier caso, la favorece. Schiap explota todo lo que es y crea, pero lo hace con la transparencia y honestidad de quien, trabajando con artistas y profesionales de renombre, no se apropia de las ideas ajenas y es generosa con las propias.
Su modo de mezclar la moda con el arte es algo nuevo y revolucionario que fascina a una sociedad sumida en la incertidumbre económica y política generada por el crash bursátil de 1929.
Elsa, se superaba siempre a sí misma, en sus diseños y presentaciones y desfiles, que se convertían en verdaderos espectáculos teatrales. Su máxima aspiración era causar sensación, por lo que su última colección se llamó precisamente Shocking Elegance (Sorprendente Elegancia) y su perfume más apreciado, cuyo frasco tenía la forma de un torso femenino, fue bautizado con el nombre de Shocking.
Durante la guerra, la diseñadora se hundió en serios problemas económicos, sus modelos no eran los más adecuados para aquellos tiempos de postguerra. Hasta su muerte, en 1973, vivió de los ingresos derivados de sus perfumes.
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