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Compartir en Facebook Compartir en Twitter Compartir en LinkedINIsabella Blow, una excéntrica de museo,
Dicen que vestía como vivía y que fue propietaria del armario más extravagante del mundo. De la difunta Isabella Blow, una excéntrica de museo, se sabía que descubrió al genial Alexander McQueen, que atravesaba profundas depresiones y que finalmente se quitó la vida tras ingerir un herbicida. Fue su séptimo intento de suicidio en 14 meses.
Por desgracia será imposible volverla a ver plantada con un tocado en forma de langosta o colocarse cuernos en lugar de hombreras. Solo una mujer como ella era capaz de sostener el pulso de la moda sin caer en el ridículo. A raíz de su muerte, en 2007, se desató una especie de ´fiebre isabelina´. La multimillonaria Daphne Guinness se hizo con su ropero y la cantante Lady Gaga no ha dejado de dedicarle canciones. Si algo demostró, es que no hay peor cosa que las malas imitaciones. Resultó patético ver a la artista neoyorquina tratando de repetir el ´modelo Blow´ por el simple hecho de echarse al cuerpo un vestido confeccionado con carne cruda. En su caso, no había forma de hincarle el diente.
Porque Isabella fue otra cosa. Si hoy muchos de sus modelos están expuestos en pinacotecas es porque tenía la extraña virtud de dar vida a los diseños. El sombrerero Philip Treacy asegura que su aspecto y forma de pensar eran distintos. «No se tomaba la moda ni a sí misma demasiado en serio. Ni hacía la pelota a nadie», remarca.
Frente a tanta ´it girl´ encantada de conocerse, era todo gratitud. «Era como una mariposa que le gustaba revolotear, posarse sobre alguien, ayudarlo y después alzar el vuelo en busca de otro». Es lo que hizo con un sinfín de creadores a los que puso en el mapa. Sin pedirles nunca nada a cambio. Para Blow, la moda era belleza y elegancia, «y no marketing como hoy», según Treacy. Usaba los diseños hasta destrozarlos y no para ponerlos en un pedestal. Por eso se ha convertido en una pieza de museo.
Fuente: Diario Vasco
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