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Compartir en Facebook Compartir en Twitter Compartir en LinkedINSi los nombres de este dúo de fotógrafos holandeses son algo difíciles de pronunciar -Inez van Lamsweerde y Vinoodh Matadin–, su trabajo en cambio es muy fácil de detectar, pues son responsables en los últimos años de muchas de las campañas publicitarias de las más célebres marcas del mundo del lujo y de las portadas de las más importantes revistas de moda.
A Inez y Vinoodh les pasó lo que a tantísimas personas. Del roce profesional pasaron al cariño sentimental, porque lo suyo fue todo menos un flechazo. Trabajaron juntos seis años hasta que en 1992 rompieron con sus respectivas parejas y decidieron compartir amor y profesión. Vinoodh probó suerte, con muy poco éxito, como empresario de una marca de ropa, mientras su compañera, hija de una periodista de la revista ´Vogue´, era una controvertida estudiante de arte que ansiaba ganarse la vida como fotógrafa.
En 1996 hicieron las maletas rumbo a Nueva York y, tres años después, se casaron. Desde entonces viven una historia de amor que no parece tener fin. «Desde que empezamos a trabajar juntos nos dimos cuenta de que compartíamos las mismas ideas sobre todo. Es muy raro conocer a una persona que esté exactamente en tu misma longitud de onda. Yo sentí que había encontrado a alguien con quien podía hacer cualquier cosa», reconoce Inez. Quienes les conocen cuentan que es un matrimonio que nunca discute y que mantiene una química muy especial, la misma que les ha convertido, desde hace casi tres décadas, en la irreverente pareja de fotógrafos más solicitada de la industria de la moda.
Las malas lenguas deslizan que este tándem persigue el protagonismo a toda costa. Según el periódico ´The New York Times´, han terminado siendo más famosos que las ´celebrities´ a las que cosen a flashes. Todos los grandes del diseño han posado para ellos. Desde Kate Moss, Eva Herzigova y Gisele Bündchen, a las que han desnudado en infinidad de ocasiones en poses de lo más sensuales y eróticas, a una desquiciada Julianne Moore, con los pelos revueltos, o grandes modistos, como Yves Saint Laurent y Marc Jacobs. Nadie se ha librado de su pertubador e hiperrealista modo de enfocar el universo ´fashion´.
Ni siquiera Lady Gaga, a la que retrataron con tres cabezas, o el difunto Alexander McQueen, que aparecía con un pañuelo en la boca imitando una risa cadavérica, preludio de su fatal desenlace. A la cantante Börk la cubrieron de lágrimas digitales y al cantante de Antony and the Johnsons lo presentaron llorando retales. Un mundo de lo más terrorífico que fluctúa de forma «subrepticia» entre «la belleza y el horror, lo duro y lo suave». En ellos no hay término medio. «Nuestras fotos nos permiten movernos entre ambos mundos sin comprometernos con ninguno». Comparten con el director de cine David Lynch la idea de alimentar posturas extremas, «de abrir una puerta que te puede llevar al cielo o al infierno».
Nunca retratan a menores
Porque no es tanto la enorme cantidad de rostros conocidos que se han puesto a tiro de sus objetivos, en una larga carrera plagada de imágenes icónicas, como la forma que han tenido de transgredir los límites de la realidad y los cuerpos humanos mediante la manipulación digital. Fueron pioneros a la hora de situarse de forma deliberada en la fina línea que separa el arte y la moda. Un trazo de pura poesía que ha fascinado a cientos de famosos y del que no se han librado ni ellos mismos, dada su excesiva afición a los autorretratos.
Con esta mirada tan desenfadada han trabajado para las casas más grandes: Louis Vuitton, Joshi Yamamoto, Balenciaga. Gucci, Balmain, Chanel... La pareja ha protagonizado también algunas de las campañas más excitantes de las últimas décadas. Adoran el culto al sexo, pero su trabajo de prospección va mucho allá: «Nos zambullimos en la identidad de la marca, intentando averiguar quién es esa mujer y cómo es su vida y su carácter, lo que le gusta y cuáles son sus aspiraciones», desmenuzan. Cada vez que se echan las cámaras a los hombros es como si se prestaran a realizar una «pequeña película».
Aunque sus imágenes suelen generar una gran controversia, trabajan con una «regla básica». Bajo «ninguna circunstancia» retratan a menores de 18 años, del mismo modo que nunca enfatizan en la delgadez ni «en los cuerpos sin desarrollar». Por eso este matrimonio holandés critica con tanta dureza los excesos del ´photoshop´. «Es una pena que a muchas ´celebrities´ ya no les importe si su foto se parece a ellas. Es muy triste que la industria de la moda se centre tanto en la delgadez y que la cultura americana esté tan obsesionada por la juventud».
Inez y Vinood (autorretrato) se sirven del surrealismo para ayudar a apreciar «aún más» la realidad, mientras aprovechan su influencia mediática con el lanzamiento de un perfume y una línea de joyas. Se sienten aún jóvenes y «con muchas cosas por hacer», aunque sueñan con que llegue el día para «retirarse a hacer yoga en una playa de la India».
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