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Compartir en Facebook Compartir en Twitter Compartir en LinkedINPuede que la nueva adaptación de El gran Gatsby no sea recordada por su rigor histórico, pero sí por la espectacularidad y la creatividad estética a la que su director nos tiene acostumbrados. Los trajes creados por Catherine Martin y Miuccia Prada para ilustrar la obra de Fitzgerald sobre el derroche y la ostentación de los locos años ’20 nos aseguran que dicha novela tendrá una réplica igual de lujosa en la pantalla. Pero además de deleitarnos con su dirección artística, el revuelo generado en torno a Gatsby hará que leamos o escuchemos muchas veces la palabra flapper, un modelo de mujer que cambió la historia y la moda para siempre.
Cuentan que flapper fue en su origen un término británico acuñado para referirse a las mujeres que parecían adolescentes. También que flapping era el vocablo utilizada para expresar el aleteo de los brazos. Ambas son, en cualquier caso, expresiones adecuadas para aquellas mujeres que desafiaron las convenciones sociales bebiendo, fumando, bailando, conduciendo y potenciando un tipo de belleza contraria a los cánones de la época.
La efímera incorporación de la mujer al trabajo durante la I Guerra Mundial y el sentimiento de carpe diem que sucedió a los horrores de dicha guerra propiciaron el surgimiento de mujeres que querían ser tenidas en cuenta no sólo en el ámbito de los derechos civiles, también en el de los quehaceres cotidianos. Así, su primer acto “reivindicativo” fue sustituir el corsé por fajas que reprimían cualquier forma femenina. Y sobre estos cuerpos artificialmente andróginos vestían trajes rectos de corte bajo que dejaban al descubierto sus rodillas cuando bailaban o corrían.
Desafiando el ideal de belleza del momento, las flappers se arreglaban usando enormes cantidades de maquillaje y joyas, prácticas que por entonces estaban reservadas a las prostitutas. Practicaban deporte, algo igualmente inconcebible, y lo hacían enjoyadas y llenas de adornos.
Actrices entonces famosas como Louise Brooks o Clara Bow popularizaron entre las jóvenes americanas el bob cut y el sombrero cloche, o lo que es lo mismo, el pelo corto y el sombrero ajustado en la cabeza, que contrastaban con los aparatosos sombreros y las largas melenas que proclamaba la moda de la época.
El estilo de las flappers no era el de la garçonne, las mujer travestidas con vestuario masculino al estilo de Marlene Dietrich, sino el de una nueva generación de jóvenes que basaban su estética en la transgresión. Siluetas y conductas masculinas adornadas con vestidos lujosos, accesorios pomposos y maquillaje provocador. Una nueva mujer que no quería ser un hombre, pero tampoco quedar relegada al papel que su década le concedía.
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