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Compartir en Facebook Compartir en Twitter Compartir en LinkedINEl auge del comercio online y el escaparate que encarnan las redes sociales han abierto la puerta de par en par a la proliferación de las falsificaciones de productos de moda con, a priori, la indulgencia de las plataformas digitales.
Un informe de la Oficina de Propiedad Intelectual de la Unión Europea y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) ponía cifras a esta problemática: el 56% de los artículos incautados en 2020 procedían del comercio online. El grueso —el 51%— eran productos de moda. El calzado copaba un 33,7% de las incautaciones y las prendas de vestir, un 17,3%.
"El principal problema es que se trata de un mercado más porque hay una oferta y una demanda", sostiene José Antonio Gil Celedonio, director de la Oficina Española de Patentes y Marcas (OEPM).
El responsable en terreno nacional sobre propiedad industrial pone en el centro el componente social del problema: "Es evidente que el usuario que demanda falsificaciones siente menos peligro comprando una camiseta o un zapato que, por ejemplo, consumiendo un medicamento".
Que el producto falsificado —y consumido— sea a los ojos del usuario menos lesivo, sumado al hecho de que el mercado evoluciona más rápido que la propia legislación aplicable, trae consigo una estandarización de la falsificación en la moda.
Una problemática propiciada, en parte, por la naturaleza del propio sector y que, aunque no es nueva, sí vive su momento más álgido con la guerra creativa que enfrenta a Zara con el gigante Shein por la similitud de sus modelos y su visibilidad en plataformas como TikTok e Instagram.
"La moda es protegible como propiedad intelectual en tanto en cuanto solo debe cumplir el requisito de originalidad que, en suma, exige que la prenda refleje la libertad de elección y personalidad del autor", explica Jorge Oria, abogado en ClarkeModet.
El director de servicios legales de uno de los mayores grupos especializados en propiedad industrial precisa que la industria textil podría gozar de la misma protección que una obra musical.
Sin embargo, la propia naturaleza del sector —por su temporalidad y su producción en masa— hace que la modalidad usada sea la propiedad industrial.
Gil Celedonio precisa la normativa: "La vulneración de los derechos de marca y de diseño son derechos de la propiedad industrial". Por ello, es "importante entender que se plagia un libro porque se remite a obras artísticas, y se copia una prenda de ropa".
La cabeza visible de la OEPM explica, de esta forma, cuándo y en qué términos se produce la infracción: "Cuando existe la reproducción masiva de un producto sea de la firma que sea se vulneran ambos derechos: tanto el de marca como el de diseño correspondiente a esta".
El modelo propiedad industrial, precisa Oria, se creó, expresamente, para proteger la moda pues se entendió que, tal vez, la opción del registro —por sus costes y trámites— no fuera efectiva para diseños que apenas duran una temporada.
Una visión que también apoya Cristina Gilabert, abogada en Pons IP: "Estuvo muy pensada para sectores efímeros como es la moda rápida".
La problemática radica en la propia esencia del sector: "La moda es volátil por naturaleza y parece no ganar fuerza invertir un dinero, pasar por un proceso de registro y obtener un derecho para defenderse de algo que, probablemente, ya tienes amortizado".
Cuando una gran enseña se percata de la proliferación de una copia, es posible que ya esté directamente ideando la siguiente colección. "El mal está en el propio concepto de moda que estamos manejando y consumiendo", sentencia.
En esta línea opina Nacho Carrillo, director de Servicios Legales de Smart Protection: "Desde que se diseña la colección hasta que se pone a la venta en tienda, lo ideal es que pase el menor tiempo posible y hay un problema generalizado de tiempos y plazos que no van en línea con lo que demanda el mercado".
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No tan de acuerdo está el propio sector. Desde la Confederación Moda España apuntan a la propia normativa: "Si copias el tejido, el patrón y el diseño de un vestido, pero le añades un bordado nuevo, ya no se considera la misma prenda".
La problemática radica en la propia esencia del sector: "La moda es volátil por naturaleza y parece no ganar fuerza invertir un dinero, pasar por un proceso de registro y obtener un derecho para defenderse de algo que, probablemente, ya tienes amortizado".
Cuando una gran enseña se percata de la proliferación de una copia, es posible que ya esté directamente ideando la siguiente colección. "El mal está en el propio concepto de moda que estamos manejando y consumiendo", sentencia.
Fuente: https://www.businessinsider.es/moda-ciudad-ley-falsifaciones-1053281
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